2º Premio. XXIII Concurso Relato Ochavada (Archidona)
Siempre que termino un juicio practico un ritual.
En realidad no sé muy bien a qué obedece y tampoco conozco las razones que me impulsan a hacerlo. No es nada del otro mundo, un hábito simple, empero, lo tengo tan interiorizado y me produce tanto bienestar, que para mí es como el postre de una exquisita comida, una singular guinda. Al salir del juzgado apago el móvil, enciendo un cigarro y paseo hasta la plaza de la Constitución. Son mil cuatrocientos cincuenta y tres pasos, los recorro con lentitud premeditada, observando en derredor, fisgoneando con la mirada los balcones y ventanas abiertas, aguzando el oído y empapándome del ambiente más castizo del barrio. En el centro de la plaza se alza majestuoso un centenario Algarrobo.