“Nardos para Teresa”. Lucía Muñoz Arrabal




Datos del libro: 
Nº de páginas: 244 págs. 
Encuadernación: Tapa blanda, con solapa  
Editorial: Autoedición
Género: Novela constumbrista
Literatura española. 

Sipnosis: Una historia de amor, que nace y crece en un pequeño pueblo costero. Es la historia de Miguel y Teresa un canto a la libertad, a la lucha y esperanza ante las adversidades. Una saga familiar localizada en Nerja y Frigiliana en los años 1909 y 1950. 

Nota: 9
Lo mejor: La creación de personajes.  
Lo peor: -

Reseña: "Nardos para Teresa" es el debut literario de la escritora Lucía Muñoz en el  mundo de la novela. Antes ya nos había obsequiado con varias publicaciones donde se recogen muchos de sus relatos, entre otros, el libro "Palabras Trenzadas" escrito en coautora con Vicky Fernández.  En "Nardos para Teresa", Lucia Muñoz, nos introduce en el género literario que mejor conoce, el costumbrismo literario. Asistimos al crecimiento personal de Miguel y Teresa, nuestros dos protagonistas, de gran corazón,  arrastrada ella por una tara física y él por una lesión. Vemos crecer su lucha juvenil rebelde por romper tradiciones incomprendidas, la sublevación por imposiciones arcaicas. La autora describe el ambiente en el que se mueven, las costumbres, los tópicos. Pero sin duda, el punto fuerte de la novela, es la creación de los personajes. Lucia Muñoz, describe todo una sociedad variopinta, a través de ellos, nos sumergimos en la historia. Es muy fácil visualizarlos, comprenderlos, reírnos, odiarlos... son personas vivas. Por último, destacar el gran trabajo de documentación que tiene la novela. 

Tres gallinas, una saca de legumbres y dos arrobas de cebolla


1º Premio. XVI Concurso de Relatos Ochvada (Archidona) 


El letrado Álvaro Castillo acarició el brazo de su cliente, le guiñó un ojo y se levantó con exagerada pomposidad. Se alisó un pliegue de la toga y se acomodó el cuello. No parecía tener prisa, caminó hacia el jurado con pasos cortos, los hombros hacia atrás y el mentón erguido. Una cómplice sonrisa asomaba en la comisura de sus labios. El Juzgado se había quedado pequeño para acoger a todo el público. La totalidad de los estamentos sociales del municipio de Villa Vieja de Anayintana se encontraban representados aquella mañana. La ocasión lo merecía, era algo excepcional, que podía afectar a todos los habitantes de la villa. El juez Gordillo se frotaba los nudillos, mientras el abogado Redondo garabateaba notas sobre unos folios ahuesados que en su parte superior lucían el membrete del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid. El letrado Castillo posicionó las manos sobre la barandilla que separaba al jurado del resto, y se demoró unos segundos mirando los rostros de las sietes personas que en las siguientes horas decidirían la cuestión legal que se les sometía a juicio.