Click. Click. Click
Otra vez ese ruido. Ahmed siente que su
cabeza va a estallar en mil pedazos. Cada día es más insoportable. Piensa que no
lo podrá soportar más, que ha llegado a su límite, que allí se acaba todo. Sabe
que nunca podrá escapar. ¿Por qué no se va ese maldito click?
Golpea con su pequeña mano la frente y aprieta con fuerza. El dolor sigue ahí.
No desaparece. ¿Por qué no huye como todo el mundo? ¿Por qué no lo deja en paz?
Él solo quiere silencio, un silencio sepulcral, infinito.